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ARRIVAL DEMUESTRA POR QUÉ LAS HISTORIAS DE CIENCIA FICCIÓN SON LAS MÁS IMPORTANTES QUE TENEMOS

El último trabajo de Denis Villeneuve es una oda espiritual escrita en código matemático

Publicado: 2016-10-23

"Se van sus naves" es uno de los palíndromos más sencillos y deliciosos del idioma español. El hecho de que se pueda aplicar a Arrival, una película singularmente preocupada con las simetrías y las construcciones capicúas, podría ser un afortunado accidente o, quizá, la prueba definitiva de que hay películas en las que sencillamente todo rima. Como ocurría con Interstellar, estamos ante el arrebatador poema de un prosista: la ciencia-ficción, en su paradójica esencia, suele producir sus obras mayores cuando se concibe como lírica. Denis Villeneuve ya ejercitó en Enemy su músculo como demiurgo de lo ominoso (en el sentido freudiano del término), pero aquel thriller era una exploración del subsconsciente desde un planteamiento racional. En esta ocasión, el cineasta se ha propuesto alcanzar la trascendencia desde la semiótica, o el infinito desde las diferentes representaciones simbólicas que hemos decidido adoptar para poder asimilarlo. 

Su punto de partida es Stories of Your Life and Others, novela corta con la que Ted Chiang ganó el premio Nebula en el año 2000. La adaptación del guionista Eric Heisserer expande y concreta en las zonas adecuadas, pero lo esencial aquí, tanto a nivel narrativo como de subtexto, es la traducción de lenguajes: Villeneuve comprende la sustancia del juego literario planteado por Chiang y lo interpreta desde una óptica rabiosamente audiovisual, consciente de que esto del cine tiene herramientas muy singulares y exclusivas para tratar el tiempo desde posiciones no lineales. Arrival es un viaje desde lo material hasta lo espiritual, y el modo en que el espectador se ve arrastrado por ella es una ecuación perfecta que combina formalismo, montaje, interpretación (la mirada de Amy Adams trasciende la palabra por sí misma), música e ideas. La hipótesis del relativismo lingüístico es mencionada en una línea de diálogo, pero realmente no era necesario: Villeneuve nos la explica a través del arte, a través de la pura imagen.

Tan cercana a Ray Bradbury y The Day the Earth Stood Still como a las estrategias más cerebrales de la ciencia ficción dura, esta filigrana en miniatura elabora su Teoría del Todo desde una colección de escenarios mínimos, esencializados. Su tesis sobre la comunicación, sobre el papel central que la filosofía del lenguaje juega (de modo siempre invisible) en nuestra misma supervivencia como especie, ya sería suficientemente satisfactoria por sí sola, pero lo que convertía la novella de Chiang en un clásico moderno es lo mismo que eleva Arrival hasta una zona de privilegio en la gran historia del fantástico contemporaneo: la escala humana. Así es cómo Villeneuve logra abolir tiempo y espacio en una fábula palindrómica, profunda y (digámoslo ya) perfecta; así es cómo esta película plenamente autoconsciente de su relevancia nos recuerda que la ciencia-ficción, cuyo nombre se emplea en vano tantas veces, sigue siendo el género más vital de todos cuantos poseemos. Del mismo modo que utilizamos sistemas de signos, figuras retóricas, constructos semióticos y procesos de significado para poder comunicarle a otra persona que la queremos, necesitamos las naves y los extraterrestres y los rayos y los efectos especiales para hablar de lo que de verdad importa.


Escrito por

Alejandra Pato Villena

Rocker Cine Star


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Alejandra Pato Villena

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